domingo, 22 de marzo de 2009

EXPEDICION DE LORD ANSON 1740

Esta expedición de ocho barcos de guerra ingleses, al mando de George Anson, zarparía de Portsmouth en septiembre de 1740. Su objetivo principal era capturar el puerto de Valdivia y convertirlo en un centro de operaciones ingles. Pero el resultado de esta expedición no seria el de los más auspiciosos.
Lord Anson no pudo llegar a concretar su objetivo asignado a causa de las fuertes tormentas que rodeaban Valdivia y se vio forzado a regresar a Inglaterra.

VALDIVIA 1738 - 1740

Un incendio volvería a destruir la plaza en enero de 1738.
Manso de Velasco enviaría al Rey un extenso memorial (1739) insistiendo en la necesidad de anexar definitivamente la plaza de Valdivia a Chile. Una de las tantas razones esgrimidas fue la necesidad de emprender reformas profundas a la administración de la plaza y evitar futuras injusticias contra la tropa.
Por cedula del 17 de septiembre de 1740 el rey mandaba que la plaza y presidio de Valdivia quedase definitivamente bajo la jurisdicción del gobernador y capitán general de Chile, como lo ordenaban otras cedulas reales.

TERREMOTO DE 1737

La ciudad sufriría otro terremoto el 24 de diciembre de 1737. Un formidable terremoto de tres sacudimientos seguidos con cortos intervalos, había derribado casi en su totalidad las fortalezas y habitaciones, reduciendo a la guarnición y a sus vecinos a la más lastimosa miseria. Tratábase de mudar la población de Valdivia de su antiguo asiento, trasladándola más cerca del mar, ya en los terrenos denominados Isla de Rey en la banda sur del río, o ya en la orilla opuesta donde existía el castillo de Niebla. Don José Manso de Velasco, al mismo tiempo que quería socorrer a aquella gente, deseaba tomar una resolución sobre estos puntos, oyendo los informes de los militares más experimentados.
Recién en agosto de 1738, el gobernador Manso, tomaría una resolución sobre el traslado de Valdivia. Luego de sopesar los pro y contra decidiría que la mejor ubicación de la plaza era su antigua ubicación y en cambio mando “levantar las murallas de los castillos que defienden el puerto, y un fuerte revellín para la defensa de la plaza contra los ataques de los enemigos domésticos que no conocían el uso de las armas de fuego”
(Diego Barros Arana, Historia General de Chile, pág. 101)

“La plaza de Valdivia fue asolada el año anterior con un formidable terremoto de tres estremecimientos (24 de diciembre de 1737), tan seguidos, que casi fueron imperceptibles sus interrupciones, i de cerca de cuarto de hora de duración, con tan violentas ondulaciones que las jentes no se podían mantener a pié firme, i en muchas partes se abrió la tierra. Arranco los edificios i las obras de fortificación, tanto interiores como exteriores de la plaza, i sus castillos. El gobernador de ella propuso su traslación a la isla del Rei, o al castillo de Niebla, pero el caballero Manso, haciendo justicia a la antigüedad se persuadió de que el gran Pedro de Valdivia, su conquistador i fundador, supo establecerla en ubicación conveniente, i desaprobado el pensamiento, le mando levantar las murallas de los castillos que defienden el puerto, i un fuerte rebellin para defensa de la plaza, contra los ataques de enemigos domésticos que hasta hoi no conocen el uso de armas de fuego.”
(Vicente Carvallo, Descripción histórico geográfica del Reino de Chile, Tomo II, pág. 264)

VALDIVIA 1682 - 1736

El 27 de enero de 1682 en el Hospital San Juan de Dios estallaría un voraz incendio que se propagaría a todos los edificios circundantes destruyendo la ciudad. Después de esto el gobernador de la plaza, Francisco Hernández de Cifuentes, propondría a las autoridades de Santiago el traslado de la ciudad a Niebla, para ser protegida por esos baluartes. Este intento no prospero gracias a las provisiones llegadas desde Perú.
En marzo de 1684 se acerco al puerto de Valdivia una nave que pedía ser admitida en el puerto para renovar sus provisiones, actitud avalada por un Tratado entre Inglaterra y España en 1670. El buque era comandado por el capitán Swan. Swan contaba que las inclemencias del tiempo le habían obligado a salirse de su rumbo original y adentrarse en el Pacifico. El gobernador de Valdivia, Hernández de Cifuentes, no dio crédito a esta explicación, mandó tratar como enemigos a los ingleses y romper el fuego si intentaban desembarcar. Swan, con dos muertos y de algunos heridos, se vio forzado a alejarse del puerto, y siguió su viaje al norte.

El 24 de junio de 1690, Strong, corsario inglés, se presentaba frente al puerto de Valdivia. Seria recibido a cañonazos por los fuertes de la bahía a pesar de las intenciones de parlamentar de Strong. Se vería obligado, como lo hizo Swan seis años atrás, a alejarse al norte.
En 1720, a raíz de la guerra que sostenía España con Inglaterra y la rebelión de los huilliches, el abastecimiento de provisiones para la plaza decaería fuertemente. Todo ello provocaría una gran hambruna obligando a los habitantes de Valdivia a sacrificar sus caballos para subsistir. Rafael de Eslava, gobernador de la plaza, enfrentaría el problema más cercano: el cerco de los huilliches. Los enfrentaría y convocaría a tratativas. Durante este periodo lograría de los indios las provisiones necesarias para el sustento de la plaza.
En 1733 llegarían informaciones a Santiago de la presencia de buques holandeses frente a las costas de Valdivia específicamente entre las puntas del Morrito y Morro Gonzalo. Esta noticia causo tal alarma que el Gobernador interino de Chile, oidor Francisco Sánchez de la Barreda y Vera, ordenaría la partida desde Concepción de un destacamento de tropas para evitar el comercio ilegal y las hostilidades. El maestre de campo Manuel de Salamanca seria quien avanzaría con las tropas hacia Valdivia por los caminos de la costa, pero informado por el gobernador de la plaza, Pedro Moreno y Pérez, que los holandeses habían izado velas regresaría al norte

IRREGULARIDADES DEL REAL SITUADO 1681 - 1684

En 1681, luego de verse el desorden en la distribución del real situado, la real hacienda y el sueldo de los soldados, el virrey, conde de Palata, enviaría como visitador de la plaza de Valdivia al contador Pedro Fernández de Moreda. Partiría hacia Valdivia donde dejaría en orden la hacienda y dejando instrucciones para su observancia.

“Embarcose este visitador y fue a Valdivia, donde actuó su comisión tan en beneficio de los que sirven en aquella plaza como de la real hacienda, dejando instrucciones para su perpetua observancia. No surtió tan buen efecto la visita de las cajas de Concepción y de Santiago, porque como los ministros de Valdivia son de provisión del Virrey y penden sólo de aquella regalía, todos estuvieron rendidos a las órdenes; pero como los de Chile en la nominación penden de V.M. y en el uso sólo del Gobernador, no llevaron tan bien verse con un visitador despachado por el Virrey. Y aunque por respeto a las órdenes de V.M. no pudieron negarle el uso a la comisión, le recibieron y entregaron los libros que les pareció conveniente, ocultándole otros y dejándoselos de entregar con diferentes pretextos. Y no se contentaron aquellos oficiales reales con esto, sino con atemorizarle el escribano y ministro de calidad, que no pudo actuar ni hacer las diligencias y averiguaciones que convenían; pero no les bastó para que con el reconocimiento de los libros y papeles que le entregaron no les sacase muchos cargos, y se averiguase su mala administración; y ellos procedieron de tal suerte que el visitador, atemorizado de que habiéndole perdido el respeto no pasasen a mayor demostración, dejó la ciudad de Concepción con mayor aceleración de la que convenía al servicio de V.M.”
(Relación del veedor, sin fecha ni nombre)

A raíz de una demanda civil presentada por un criado en contra del visitador Fernández de Moreda, las autoridades locales impedían el normal desenvolvimiento de este en sus tareas, incluso lo apresaron y secuestraron sus bienes. El visitador fallecería en prisión sin lograr concretar el mandato virreinal.
Tan solo en 1684, con la venida del oidor de Santiago, Bernardo de la Haya Bolívar, se completaría las investigaciones sobre el tratamiento del situado de Valdivia.

OTROS HECHOS DEL PERIODO

El gobernador de Valdivia don Ignacio Carrera y más tarde el maestre de campo don Francisco Núñez de Pineda y Bascuñan, que en 1673 tomó el mando de esa plaza, enviaron algunas embarcaciones a los archipiélagos del sur para recoger noticias de los ingleses que cada día se esperaba ver aparecer por el estrecho de Magallanes.
En 1671 se construiría en Niebla el castillo de La Pura y Limpia Concepción de Monfort de Lemus, bautizado en honor del Virrey del Perú, X conde de Lemus. Este castillo contaría con 18 cañones que podían cruzar su fuego con los del castillo de Corral.
Por otro lado se recibirían desde el Perú 400 delincuentes comunes, los que servirían sus penas en las fuerzas del Presidio.
Un incendio acaeció el martes 27 de enero de 1672, a la una y media A. M., en circunstancias que en el día anterior habían llegado trescientos indios a parlamentar con el gobernador. El fuego prendió en una de las oficinas del Hospital de San Juan de Dios, de allí pasó a la enfermería, abrasándolo entero en pocos momentos, propagándose en seguida a los alojamientos de la tropa, los tres templos, los almacenes reales y casi toda la población, salvándose solamente el Santísimo Sacramento y algunas imágenes.
El 27 de abril de 1672 el gobernador Ignacio de la Carrera Iturgoyen envía al sargento mayor Martín de Parga al castigo de los caciques Cadinanco y Millquinen, y el 25 de agosto de 1673 envía al capitán Juan de Alvarado a una maloca a las reducciones indígenas de Aillaquila..
Al año siguiente, febrero de 1674, el capitán Juan de Alvarado maloquea las parcialidades rebeldes del cacique Pilcomanqui.
Juan Henríquez, Gobernador de Chile, reclamó a la Corte que se hiciesen cumplir las reales provisiones por las cuales la plaza y puerto de Valdivia volviese a formar parte de Chile. Ante el ataque exterior, decía el gobernador, Valdivia no podía ser socorrida sino era por fuerzas desde Chile, y por ello debía depender del Gobernador de Chile. El Rey, por una cédula de 30 de marzo de 1676, resolvió que la plaza fuera incorporada al gobierno de Chile y colocada bajo la jurisdicción civil y militar del Capitán General; pero se reservó el derecho de proveer por sí mismo el nombramiento del gobernador de la plaza y de sus demás funcionarios. Este arreglo limitaba las atribuciones del gobernador de Chile y así lo hizo ver al Rey. Carlos II resolvería esta materia por otra cédula de 19 de diciembre de 1680. En adelante, el Rey nombraría sólo al Gobernador de la plaza y al veedor general de su guarnición; pero correspondería al presidente de Chile el nombramiento de demás puestos militares.

JOHN NARBOROUGH EN VALDIVIA

Aunque poco se sabe de este navegante en documentos contemporáneos se tiene información que partió desde costas inglesas en 1669, su intención era explorar las costas continentales de América hispana.
Llegaría a las costas de Valdivia el 14 de diciembre y se daría cuenta, luego de un cañonazo disparado desde tierra, que se encontraba frente a un reducto español.
Entre los tripulantes del buque ingles de encontraba Carlos Henríquez, uno de los españoles que había sugerido la realización del viaje. Este bajaría al sur de Punta Galera, rumbo a Valdivia, a solicitar información y pertrechos para el buque. No se recibiría algún tipo de información sobre su destino.

"A las ocho envié la chalupa al lugar en que había desembarcado don Carlos. En la punta del sur de esa pequeña bahía hay un fuertecito con siete cañones denominado Santiago. La chalupa no lo descubrió sino cuando estuvo a tiro de fusil. Los españoles que estaban a la orilla del mar enarbolaron una bandera blanca y llamaron a la chalupa. Mi teniente después de cambiar algunas palabras con ellos, bajó a tierra inmediatamente se acercaron a él unos veinte españoles e indios armados y lo llevaron a la rampla del fuerte, bajo un árbol grande, donde el comandante y otros dos oficiales hicieron a nuestra gente un saludo a la española y la invitaron a sentarse en sillas y bancos alrededor de una mesa y a la sombra porque el tiempo era muy claro y el sol ardiente. El comandante hizo traer vino en un jarro de plata y bebió a la salud de mi teniente. Hizo disparar al mismo tiempo cinco cañonazos demostrando mucho contento de ver ingleses en esos lugares".
(Diego Barros Arana, Historia General de Chile, Tomo 5, Capitulo XIX, pág. 106)

El 17 de septiembre desembarcaría el teniente Nataniel Pecket junto a 18 hombres para realizar intercambios con la guarnición. Los ingleses pudieron vender pocas armas por pesos fuertes de plata y, aun, cambiaron algunos obsequios; pero se les negó el pan y el permiso de hacer aguada, declarándoles que era preciso pedirlo al comandante de otro fuerte vecino. El teniente no pudo recoger ninguna noticia acerca de la suerte que había corrido don Carlos Henríquez.

“El 18 de diciembre nuestro capitán envió a tierra su otro teniente Thomas Armiger con tres hombres de la tripulación para suplicar de nuevo al Gobernador que nos permitiese hacer aguada; pero éste los retuvo prisioneros a todos cuatro sin alegar ninguna razón, y no hubo medio de obtener su libertad por más diligencias que hiciéramos para ello. En efecto, el 19 enviamos una chalupa con bandera blanca a alguna distancia del fuerte, sin que nadie quisiera parlamentar con nosotros. El mismo día nuestro capitán escribió una carta al Gobernador por conducto de dos indios que habían venido a bordo y que nosotros enviamos a tierra, pero no obtuvo ningún resultado. Nuestros hombres, detenidos como prisioneros enviaron una canoa para pedir su ropa. Lo que nosotros no pudimos rehusarles. El empeño de los españoles tendía a apoderarse de nuestro buque, pero el capitán supo evitarlo”.
(Diego Barros Arana, Historia General de Chile, Tomo 5, Capitulo XIX, pág. 107)

Posteriormente entraría en tratativas con los españoles pero estos capturarían a los cinco emisarios que enviaba a la costa. Ante esto y la falta de víveres que le acosaban, Narbourogh decidió volver a Inglaterra. El 22 de diciembre (1 de enero de 1671, según los españoles) los expedicionarios levaron anclas y se hicieron al mar sin que en tierra se tuviera la menor noticia del rumbo que pensaban seguir.
En tanto el gobernador de la plaza enviaría a los prisioneros hacia Concepción a fines de enero de 1671, luego de interrogarlos sobre sus intenciones. Estos declararon que la expedición no tenía otra intención que el comercio y no el bélico. Ante el gobernador de Chile declararían que las intenciones de la expedición era de comercio y muy pacificas. Estos prisioneros serian remitidos en febrero a Lima, donde el Virrey, conde de Lemos, les permitió escribir a Inglaterra para que dieran cuenta a sus familias de la situación en que se hallaban. El Virrey depuso al gobernador de Valdivia por la conducta que había observado en esta emergencia y dio el mando de esta plaza al maestre de campo don Ignacio Carrera.

INCURSIONES EXTRANJERAS

Mientras el gobernador de Chile, Juan Henríquez, se encontraba al sur del Bio – Bio en campaña contra los indios se recibió de la plaza una comunicación de su gobernador, Pedro de Montoya, quien informaba que el 24 de diciembre de 1670 se habían avistados doce buques cerca de Valdivia y le solicitaba con urgencia refuerzos, víveres y munición, ya que carecía de ello. Henríquez hizo partir en el acto para Valdivia un destacamento de ciento diez soldados bajo las órdenes del sargento mayor Jorge Lorenzo de Olivar.. Como tres días más tarde recibiera un nuevo pedido de gente, de víveres y municiones, despachó para aquella plaza una compañía de sesenta caballos ligeros y un socorro de cecina, vacas, harina y algunas cuerdas para los arcabuces. Con la misma actividad envió el Gobernador emisarios que llevasen a todas partes la noticia de la presencia del enemigo en aquellas costas. y que la transmitiesen sin tardanza al virrey del Perú. Tiempo más tarde se darían cuenta de lo exagerado de los informes de Montoya.

“Después de haber hecho los dos socorros de gente y víveres a la plaza de Valdivia proseguí en admitir a todos los indios rebeldes a la obediencia de V.M. obligándoles asistiesen como buenos amigos y leales vasallos y saliesen de las montañas volviendo a sus antiguas poblaciones, como ya lo han ejecutado cerca de diez mil indios. Y aunque hay poco que esperar en su poca fe se está hoy con más cuidado que nunca porque su género de traición lo acostumbran dando la paz por asegurarse de nuestras armas y lograr su dañada intención como lo han experimentado en diferentes ocasiones. Otros gobernadores habrán representado a V.M. cuan bárbaramente viven estos indios en sus ritos y supersticiones, y el ser su natural haragán. y no tener fe ni palabra en trato alguno pues todo su conato es cómo han de lograr la traición aguardando nuestro descuido.”
(Diego Barros Arana, Historia General de Chile, Tomo 5, Capitulo XIX, pág. 100)

INTENTOS DE REINCORPORAR VALDIVIA A CHILE

Durante la gobernatura de Meneses, este solicitaría la reincorporación de la plaza de Valdivia a la gobernatura de Chile.
Por real cedula del 9 de abril de 1662 de Felipe IV este disponía “que el virrey, conde de Santisteban, agregue al gobierno del reino de Chile el presidio de Valdivia, pero con calidad que si S.E. reconociese haber tales inconvenientes que preponderasen más que las conveniencias que se habían considerado, lo suspendiese e informarse.”
(Diego Barros Arana, Historia General de Chile, Tomo 5, Capitulo XVII, pág. 65 – 66)

En virtud de esta resolución Meneses le pediría al Virrey en mayo de 1664 que pusiese la plaza en manos de su gobierno. Le expresaba su deseo de fortificarla y así defenderla de los posibles ataques de enemigos externos e internos. Además le informo de los rumores sobre el posible nombramiento de Ángel Peredo como gobernador de Valdivia, lo que menoscaba los derechos del gobernador de Chile sobre la plaza. El virrey no daría contestación alguna a las reclamaciones del gobernador de Chile, dejando el estado de cosas sin cambios.
Al fallecer el Virrey en 1666, el gobernador Meneses, con cierto desacato, decidió ejecutar la agregación de la plaza y comunico a Baltasar Mejias (gobernador de Valdivia) de las medidas, remitiendo además las patentes de gobierno. Mejias, luego de reunirse en junta consultiva con los capitanes y castellanos de la plaza, decidiría no dar crédito alguno a las comunicaciones provenientes de Santiago e informar de ello a la Audiencia de Lima.
Al enterarse de ello el gobernador Meneses este se comunicaría con el rey solicitándole poner en ejecución la real cedula de 1662 para poder llevar a cabo la conquista de la zona y pacificar los ánimos de los naturales que constantemente atacaban a los españoles.
Con fecha de 30 de agosto de 1666, el gobernador de Valdivia don Baltasar Mejía avisaba a la Audiencia de Lima las gestiones que Meneses (gobernador de Chile) hacía para incorporar Valdivia a Chile. Mejía se había negado a reconocer la autoridad del gobernador de Chile; pero era de temerse que intentase un ataque a mano armada para apoderarse de Valdivia. Los oidores celebraron el 7 de noviembre una junta de nueve altos magistrados para acordar la resolución que debía tomarse. Por opinión de la mayoría se determinó “que don Ángel de Peredo que había gobernado en ínter aquel reino (Chile), fuese proveído por gobernador de Valdivia, y llevase despachos secretos para el gobierno de Chile, usando de ellos con tal arte que si el gobernador Meneses se hallase en Concepción, llegase a Valparaíso, y se manifestase en Santiago; y si estuviese en Santiago, fuese a Concepción y tratase secretamente desde el mar que el ejército le recibiese, y que para ello se le diese instrucción por menor, con las circunstancias que había de observar en el viaje y entrada”’.
(Diego Barros Arana, Historia General de Chile, Tomo 5, Capitulo XVIII, pág. 78)

Aun así, la Real Audiencia de Lima nombraría en noviembre de 1666 a Ángel de Peredo gobernador de la plaza y presidio de Valdivia. Partiría con el real situado en febrero de 1667, llevando consigo el dinero del situado de esa plaza y algunos otros socorros.

CAIDA DE LOS HERMANOS SALAZAR. DESASTRE DE RIO BUENO

Durante el mandado del Gobernador de Chile, Antonio Acuña y Cabrera saldría a la luz un personaje triste y altanero, Juan de Salazar, cuñado del gobernador y personaje falto de carácter en una época de decisiones.
En 1655 tuvo lugar la batalla de Río Bueno, que puso término a las malocas de los soldados españoles encabezadas por los hermanos Salazar (cuñados del gobernador de Chile, Acuña y Cabrera), que cruzaban el Bueno para capturar indígenas y venderlos como esclavos.
La batalla de Río Bueno tuvo lugar el 11 de enero, en el paso del río Bueno entre las tropas del maestre de campo Juan de Salazar y las huestes huilliches de la zona. Estas se hallaban reunidas en la ribera norte del rió para impedir el paso a los españoles. Juan de Salazar había llegado con sus soldados a orillas del rió Bueno en enero y creyendo en una fácil victoria sobre los mapuches ordeno hacer un puente de balsa para pasar las tropas. Debido a la escasez de materiales se prepara un puente de mala calidad. Los capitanes aconsejan a Salazar no seguir con el proyecto. Este, despreciando los consejos, ordeno el paso del río. Las primeras compañías que intentaron atravesar el río fueron atacadas por los mapuches que las exterminaron rodeándolas completamente. Salazar ordeno acelerar el paso lo que produjo un aumento de peso en el puente con la consiguiente rotura. Las balsas no resistieron el exceso de carga y se produjo la catástrofe pereciendo muchos oficiales, tropa y auxiliares. Se calcula que fueron alrededor de 300 muertos en este desastre.
Una expedición contra los cuncos saldría desde Concepción en febrero de 1655 conducida por el maestre de campo Juan de Salazar. Llegaría sin problemas al fuerte de Boroa, donde se le unirían fuerzas del capitán Francisco Núñez de Pineda y Bascuñan. Posteriormente avanzarían hasta el fuerte de Mariquina. Encontrabanse aun en el lugar cuando llegaron noticias de los fuertes de la zona del Toltén. Este fuerte había sido capturado por los indios sublevados la mañana de ese día, 14 de febrero. La sublevación había estallado entre el Maule y Chiloé. Ante estas noticias el maestre de campo Salazar opto en primer lugar en defender su posición, a lo que Pineda y Bascuñan le sugirió auxiliar dicho fuerte y dominar la insurrección. Salazar marcharía al sur. Al partir ordenaría la destrucción del fuerte de Mariquina y del de Cruces, ubicado más al sur, y seguiría rumbo a Valdivia. Durante el camino mandaría sacrificar seis mil caballos de sus tropas temiendo que estos pudiesen caer en poder de los indios sublevados. En Valdivia estaban dos barcos que traían el real situado. Juan de Salazar se embarco en ellos junta a 360 soldados y partió rumbo a Concepción. Dejaba la zona sumamente desprotegida ante cualquier conato de levantamiento.
El rey de España mediante la real cédula el año 1658 decreta el fin de la esclavitud “cobriza”.

LA REBELION CUNCO 1651

En 1651, luego del regreso del gobernador de Chile a Santiago partía desde Concepción un barco, el San Jorge, con el situado para la guarnición de Valdivia. Pero este no llegaría destino ya que una tormenta lo saco de su curso y lo hizo encallar más al sur de su destino el 21 de marzo. Los naturales de la zona, los cuncos, atacarían a los sobrevivientes y capturarían a algunos.
Los gobernadores de Valdivia y Chiloé emprenderían acciones de castigo contra los cuncos. Debían reunirse en las márgenes del Bueno para combinar su acción y evitar atacar otras tribus. El capitán Ignacio Carrera Iturgoyen marcharía con su tropa desde Chiloé y tomaría contacto con los cuncos a la altura de Osorno. En esos parajes los cuncos le entregarían de buena fe a tres de los caciques que participaron en la matanza de los náufragos. Los tres fueron condenados a la pena de garrote, y sus miembros descuartizados fueron colocados en escarpias en los campos vecinos para muestra del castigo. Carrera volvería a Chiloé sin poder reunirse con el gobernador de Valdivia, Diego González Montero.
En tanto González Montero había salido desde Valdivia sin poder contar con la ayuda de tribus amigas. Esto sumado a la repentina escasez de víveres y la nula colaboración de los caciques locales lo obligaron a volver a Valdivia sin haber llegado a orillas del Bueno.
En 1655 se comenzaría a construir el castillo de San Luis de Alba en Amargos, con una batería de seis cañones.
Con las tropas distribuidas en los fuertes recién fundados el gobernador Mújica creyó haber aplacado el levantamiento de los indios de la zona, marchando después hacia Concepción.
El nuevo gobernador de la plaza, Diego González Montero, recibió noticias de que los lideres de los indios de Osorno y Calla – Calla llegaban a la plaza a ofrecer la paz de sus pueblos.

GOBERNACIÓN DE FRANCISCO GIL DE NEGRETE (1646 - 1649)

Llegada la noticia de la muerte del gobernador Villanueva Soberal a Lima, el Virrey Marques de Mancera nombra en su reemplazo a Francisco Gil de Negrete, arribando este a Valdivia el 16 de marzo de 1646.
En noviembre de 1646 el veedor general del reino de Chile, Francisco de la Fuente Villalobos, se reuniría con el gobernador de la plaza, Francisco de Gil Negrete. Este había tratado de remontar el río hasta las ruinas de Valdivia y repoblar la ciudad pero las hostilidades de los indios se lo impedían, por lo cual se encontraba en la Isla Constantino. La llegada de De la Fuente trajo consigo la paz con los indios de la zona.
El veedor general Fuentes Villalobos realizaría un parlamento con los caciques de Mariquina y demás jefes de la zona. Lograría acuerdos favorables a la paz y regresaría a Mancera con la noticia. Desde allí partiría a Concepción. Durante el trayecto fue atacado por parcialidades de Curiguangue, Catimahuel y Mariantu, caciques de Calle – calle y Cayumapu. Sobreviviría gracias a la intervención de los caciques de Mariquina.
El 25 de diciembre el padre jesuita Francisco de Vargas sale de Mancera como emisario ante el cacique Alcapangui (de las reducciones de Osorno) a tratar la paz. Logra llegar a un acuerdo y posteriormente realiza misiones hasta el Toltén, regresando después a Valdivia.
Estos les permitirían desembarcar el 6 de enero de 1647 en las ruinas de la ciudad y tomar posesión del terreno donde estaba la ciudad. Se dispuso el levantamiento de un fuerte, cuarteles para la tropa y residencia para los religiosos que les acompañaban. A pesar de la instauración de un cabildo este seria suprimido por el gobernador de Chile, transformando a la ciudad en una plaza militar dependiente de Lima.
En 1647 Fray Miguel de Aguirre publicaría en Lima, con permiso del Virrey del Perú, el relato de los hechos acontecidos durante la repoblación de Valdivia. La obra se llamaría “Población de Valdivia. Motivos y medios para aquella fundación. Defensas del Reyno del Perú para resistir las invasiones enemigas en mar y tierra, etc.”
Durante 1648 ocurriría un alzamiento de indios. Estos atrajeron con engaños a un grupo de españoles a su reducción y les asesinaron, después de lo cual se alzaron en armas.
Con tres mil hombres atacaron la plaza de Valdivia; pero el gobernador Gil de Negrete les repelió con gran entusiasmo y bravura gracias a su artillería emplazada. Ante estos hechos, los otros indios amigos de Imperial, Boroa, Toltén y Mariquina pidieron protección contra los suyos.
A su regreso levantaría los fuertes de Las Cruces y Las Animas para repeler nuevos ataques de las parcialidades del interior.
El gobernador del reyno, Mújica, despacharía una fuerza desde Tucapel para repeler a los alzados. Se fundarían los fuertes de San José, a orillas del Mariquina, y el San Martín, a orillas del Toltén. En el ínterin el gobernador Negrete había mandado construir los fuertes de Las Cruces y Las Animas, protegiendo así las entradas de la plaza.
Durante estos tiempos el gobernador de Valdivia, Negrete, seria trasladado con nueva comisión y en su lugar se nombraría a Alonso de Córdova y Figueroa.

REFUNDACIÓN DE VALDIVIA 1645

Pedro de Toledo y Leiva, Marques de Mancera y Virrey del Perú enviaría una expedición a repoblar y fortificar Valdivia, llegando a ella el 6 de febrero de 1645. La expedición la encabezaría Antonio Sebastián de Toledo y Leiva, hijo del virrey. La nueva cuidad pasaría a depender del Virreinato del Perú como una de las bases mas importantes de la Corona hispana.
La preparación de la flota destinada a la repoblación de Valdivia demandaría grandes esfuerzos del virreinato, incluido de Quito y Chile. La flota requirió de los siguientes materiales: veinte mil ladrillos, dos mil cuatrocientos ochenta costales de cal, seis mil tablas de Chiloé, doscientas dieciocho piezas de artillería de bronce de todos géneros y tamaños, con todos sus accesorios, ciento once mil seiscientos setenta y seis libras de pólvora repartidas en dos mil ciento noventa botijas, seis mil trescientas cuarenta y dos balas de artillería, más de mil cincuenta mosquetes, arcabuces y carabinas con sus accesorios, mis de cien mil balas para los mismos. Para la caballería se llevaban setenta y dos sillas de montar con sus guarniciones, estribos, frenos y espuelas, novecientos cuarenta mochilas de lona, siete mil seiscientos tres quintales de bizcocho, seis mil novecientos setenta y seis quintales de harina, seis mil novecientos setenta y seis quintales de carne salada, ochocientos dos arrobas de tocino, dos mil seiscientos treinta y nueve de garbanzos, quinientas de pescado, quinientas setenta y cinco de arroz, mil doscientas treinta y una de fréjoles, ocho mil cuarenta de sal, cuatrocientos noventa y siete de lentejas, trescientas setenta y una de quesos, cincuenta y tres mil tollos, tres mil seiscientas botijas de aceite y vinagre, seiscientas ochenta de vino.
También como parte del inventario: ochocientos cincuenta sacos de carbón, cuatrocientas noventa de jerga, quinientos sesenta y dos arrobas de vela, doscientas de jabón, quinientos sombreros, dos mil pares de zapatos, setecientos ochenta y seis de alpargatas, seiscientos cotones y calzones, más de quinientos moldes para hacer balas, veinte mil varas de lona, sesenta linternas, setecientos setenta y dos quintales de jarcia, doscientos baldes, útiles de dibujo, colchones, sabanas, almohadas y frazadas, en cantidades industriales.
Las naves que formaban parte de esta flota eran la capitana “Jesús María de la Concepci6n”, de 1.150 toneladas y 54 piezas de artillería y de almiranta el “Santiago”, de 1.000 toneladas y 46 piezas de artillería; entre los demás, los más importantes se llamaban “San Diego del Milagro”, “San Francisco Solano”, “Nuestra Señora de la Antigua” y
“Nuestra Señora de Loreto”, todos ellos armados en guerra.
Comandaba esta flota, como ya se ha mencionado, el hijo del Virrey, Antonio Sebastian de Toledo, el estado mayor estaba formador por Francisco de Guzmán y Toledo, almirante general; Constantino Vasconcelos, ingeniero mayor; los maestre de campo generales y capitanes don Juan Lozano de Rojas, don Martín de Lizarazu y Arizcún, del habito de Calatrava, Alonso de Villanueva Soveral, don Juan de Luza y Mendoza, Gabriel de Leguina Mondragón y otros; y Manuel de Plus Ultra, general de la artillería.
La fortificación de Valdivia y su bahía exigió el levantamiento de un complejo sistema de fuertes y baterías estos serian el castillo de San Pedro de Alcántara en la Isla Constantino (actual Mancera), el castillo de San Sebastián de la Cruz en Corral. Se hicieron acercamientos al emplazamiento original de Valdivia. Antonio de Toledo habiendo dejado en marcha la construcción de las fortificaciones y el puerto volvería al Perú el 1 de abril a recibir las felicitaciones del Virrey. Antes de partir confiaría el gobierno de la plaza al maestre de campo Alonso de Villanueva Soberal.
El 25 de diciembre de 1645 los indígenas atacan en Fuerte de Las Ánimas, destruyéndolo completamente y pereciendo sus 18 defensores con el capitán Francisco de Sedeño a la cabeza.
Tiempo después de la partida de Toledo se desarrollaría una epidemia que diezmo la guarnición y provocaría la muerte del gobernador Villanueva Soberal en enero de 1646.
Sustituiría al fallecido gobernador Hernando de Rivera en carácter de interino el 20 de enero. Intentaría refundar la ciudad de Valdivia en su antiguo emplazamiento con 20 soldados pero seria rechazados por una hueste de 300 mapuches y al decir de Rosales “con ser tan bizarro soldado y haber peleado en esta ocasión como un César, le libro la valentía y fuerza de un soldado que viendo a su sargento mayor en semejante aprieto, se abalanzo a los dos y derribando al uno de una lanzada, obligo al otro a soltar la presa y ponerse en huida” (Rosales)

viernes, 13 de marzo de 2009

OCUPACIÓN HOLANDESA 1643

En 1642 se reunió en Holanda un consejo de los Directores de la Compañía de las Indias Occidentales donde se resolvería el envió de buques a Chile para forjar relaciones amistosas con los naturales del país. En la reunión se determino que Hendrik Brouwer, uno de los directores de la Compañía, se embarca rumbo a Brasil para realizar consultas con el conde Mauricio de Nassau, para llevar a mejor puerto la expedición. Desde Texel partirían en tres buques el 6 de noviembre llegando a Pernambuco el 22 de ese mes. Desde este puerto partirían el 15 de enero de 1643 los buques Amsterdam, la almiranta con Brouwer a bordo, el Flissinger, la Concord, el Orange – Tree y el Dolphin. Llegaría a las costas de Chiloé el 30 de abril.
En mayo intentarían tomar en su poder la isla de Chiloé. El 16 de mayo atacarían por primera a los españoles y posteriormente atacarían y ocuparían Carelmapu. El 6 de junio tomaba la ciudad de Castro en su poder. El 7 de agosto de 1643, el comandante de la expedición fallecía en las costas de Chiloé a causa de una grave enfermedad. A parte del 18 de agosto le sucedería en el mando Elías Herckmanns.
Llegaría a la desembocadura del río Valdivia, después de haber incursionado en la isla de Chiloé, el 23 de agosto de 1643.

“AGOSTO 24.- A1 amanecer, levamos el ancla, con viento del S. O. Los buques Ámsterdam y Vlissingen se hallaban bastante lejos a1 S. S. O. Adelantamos con el yate y entramos en el río Valdivia, encontrándole en la desembocadura la anchura de una milla. Después de haber navegado media milla, sonda en mano, por profundidades de 20 a 4 brazas, encontrando por todas partes un buen fondo, fondeamos, no solo por efecto de la marea vaciante, contraria a nuestra derrota, sino por haberse presentado delante de nosotros tres ramificaciones del río, sin que estuviéramos seguros de cual seria la ruta más conveniente. En la tarde, continuando el río en derechura, después de haber avanzado una y media milla aguas arriba, el buque encalló, permaneciendo en esta situación toda la noche; igual cosa ocurrió a los buques Ámsterdam y Vlissingen, que vararon simultáneamente. El río se extiende hacia arriba con muchas sinuosidades por ambos lados, con cerros cubiertos por ambas bandas de árboles y hermosos declives.
(Historiadores de Chile, Nota Bibliográfica sobre el viaje de Hendrik Brouwer a Chile, pág. 190)

AGOSTO 28.-Hacia medio día fondearon frente a la ciudad de Valdivia los buques Eendracht y Dolphijn. La ciudad fue construida por los españoles y tomada más tarde y destruida por los indígenas en 1599. Fueron muertos a palos todos los españoles, exceptuando el gobernador, a quien aprisionaron e introdujeron oro fundido en la boca y en las orejas. Después hicieron de su cráneo un vaso y trompetas de los huesos de las piernas, en señal de victoria. De esta ciudad destruida se encontraron aún muchos grandes y fuertes muros; contenía cerca de 450 casas, con varias calles y caminos cruzados, y además dos mercados extensos; ha sido una hermosa población, pero hoy está arruinada, llena de árboles y de plantas silvestres, de manera que no se parece a una ciudad. Una vez
que llegamos, disparamos en cada buque seis cañonazos, en manifestación de nuestra alegría; los indios que estaban en la ribera, vinieron a bordo en gran número, sorprendidos, no menos que los anteriores, por la forma de nuestros barcos; pero eran muy inclinados a robar y codiciosos de las cosas de fierro; todo lo que veían era objeto de su deseo, y hasta la brújula la tomaron de su bitácora. Con este motivo, cuando los indígenas venían a bordo, eran menester cerrarlo todo y poner los objetos a cubierto. El resto de los hombres, cerca de 300, quedaron reunidos en la parte principal de la ciudad, donde antes había estado el mercado (hay un gran sitio abierto), armados todos a su manera, es decir, cada uno provisto de una lanza de 18 pies de largo, tanto los que montaban a caballo como los que andaban a pie. Algunos de los caciques (0 jefes) pidieron al señor Crispijnsen que todos los soldados fuesen a tierra con sus armas y en orden militar para ser en ella acogidos y saludados, manifestando que habían esperado largo tiempo su arribo y que estaban deseosos de proporcionarles todo lo necesario, tanto más cuanto que se hallaban escasos de víveres y no podían detenerse mucho tiempo, por lo que se encontraban obligados a partir. El señor Crispijnsen, después de haber conversado algún tiempo con ellos, se opuso decididamente a1 deseo de los indígenas, excusándose con que el señor general Herckmanns no había llegado aún con las otras dos naves; pero que no dudaba arribaría a más tardar en la tarde, para desembarcar juntos en la mañana siguiente, con lo cual los mencionados caciques se conformaron y regresaron a tierra. Entretanto, los indígenas que habían venido con nosotros por mar desde Carelmapu, Castro y otros puntos, desembarcaron con sus efectos. Los buques fueron amarrados con dos cables a los árboles, muy cerca de tierra, para lo cual hay mucha comodidad delante de la ciudad.”
(Historiadores de Chile, Nota bibliográfica sobre el viaje de Enrique Brouwer a Chile, pág. 191)

Remontaron el cauce del río hasta llegar a las ruinas de la ciudad, donde desembarcaron el 29 de ese mes, donde parlamentaron con los indios de la zona. Les ofrecieron asistencia para combatir a los españoles y les obsequiaron armas. El 3 de septiembre en un nuevo encuentro sellarían un acuerdo de alianza. Los holandeses auxiliarían, como arriba se menciono, a los indios en su guerra contra los españoles a cambio de establecer un fuerte en la zona.

“AGOSTO 29.-Como aún permanecían varados los buques Amsterdam y Vlissingen, sin alcanzar a Valdivia, el general Herckmanns, con otras dos compañías, se trasladó a1 yate y vino a Valdivia; fu6 inmediatamente con todos 10s soldados a tierra, donde se hallaban cerca de 70 indígenas en orden militar, cada uno con una lanza; los demás, que ascendían como a 200 de a caballo y algunos a pie, habían partido con la intención de volver poco después. En presencia de todos estos chilenos, el General dirigió a uno de sus caciques (es decir, a un valdiviano) una excelente arenga y alocución, a fin de darles a conocer el objeto que los traía y cuan fácilmente podían defenderse con las conquistas del Brasil estos lugares y transportar aquí todas las armas y mercaderías.
Además les entrego una carta credencial firmada por su alteza el Príncipe de Orange; ésta fue leída primero e interpretada después por uno de los cautivos, la cual gustó muchísimo a todos ellos. En seguida el señor Herckmanns obsequió a este cacique, en nombre del Príncipe de Orange, dos espadas y una larga lanza, por lo que él y todos los otros chilenos se le manifestaron sumamente agradecidos. Después de muchos discursos sobre la lealtad que se les había mostrado en cuanto a la ayuda contra los españoles y contra todos los otros enemigos, los nuestros se despidieron atentamente. Ellos se retiraron a1 interior hacia sus habitaciones, porque la ciudad estaba invadida, con la promesa de volver con los que habían partido ayer, tan pronto como se reuniesen los de Osorno y de Cunco, para tratar en seguida con el General sobre la alianza.
Si el rumor de que los nuestros eran enemigos de los españoles y que habían venido en socorro de los indígenas, partiendo de Castro y de Carelmapu, no se hubiese llevado a nadie para demostrar la verdad, ni tampoco quien supiera hablar el araucano y la lengua española, habría sido difícil encontrar alguno a prop6sito entre los valdivianos, porque ninguno entendía la lengua española.”
(Historiadores de Chile, Nota bibliográfica sobre el viaje de Enrique Brouwer a Chile, pág. 192)

Recibirían la visita del cacique de Mariquina, Juan Manqueante, quien se declaro un aliado de los extranjeros y contrario a los españoles.
El 16 de septiembre se enterraría el cuerpo de Brouwer en las ruinas de Valdivia, luego de realizarse un funeral con todos los honores.

“SEPTIEMBRE 16.- Los marineros fueron a tierra y se ocuparon en rozar el terreno destinado a la construcción de un fuerte. Después de medio día se dio sepultura a1 cuerpo del general Brouwer, en Valdivia, con grandes honores fúnebres, según las circunstancias. En la tarde soplo un temporal.
En virtud del acuerdo tomado el 7 del corriente, el señor Crispijnsen se despidi6 del señor general Herckmanns y de los consejeros, regresando a bordo del buque Amsterdam, para partir cuanto antes con destino a Pernambuco, quedando aquí los buques Vlissingen, Eendracht y el yate Dolphijn, con 180 marineros y tres compañías de soldados, que ascendían a 296 hombres, a1 mando de Blaeubeeck, Vosterman y Flory.”
(Historiadores de Chile, Nota bibliográfica sobre el viaje de Enrique Brouwer a Chile, pág. 199)

Herckmanns determinaría que el capitán A. Elbert Crispijsen partiese a Pernambuco para dar tan buenas noticias de la expedición.
En un principio los holandeses creyeron en la buena voluntad de los indios, pero después se dieron cuenta de los recelos a que ellos se estableciesen en la zona. Los naturales reaccionarían disminuyendo los víveres prometidos a los holandeses.
Ante la falta de víveres los holandeses, al mando de Herckmanns, abandonarían Valdivia rumbo al sur el 28 de octubre.

“OCTUBRE 13.-Tiempo lluvioso y viento norte. Fue reunido el gran consejo y acordó que, a causa de la escasez de los víveres y con motivo de que en 5 o 6 meses (y aun entonces sin seguridad) no podían esperar de los chilenos recurso alguno, aunque traían a veces 5 ó 6 animales (no más grandes que los terneros de Holanda), que eran insuficientes para tantos hombres, los buques debían apresurarse a hacerse pronto a la vela para partir con las provisiones que quedaban aún, a fin de ponerse en viaje para el Brasil.
(Historiadores de Chile, Nota bibliográfica sobre el viaje de Enrique Brouwer a Chile, pág. 206)

OCTUBRE 15.-Estando ocupados en preparar los buques, el comisario Bautista Heyns, del buque Vlissingen, vino en la tarde a bordo para tener una entrevista con el General y anunció que el prisionero español Juan de Sousa había ido ayer con él a bordo y navegado hacia la tarde en canoa por el río para ver si podían conseguir de los chilenos, por vía de cambio, algunos animales, lo que les fue rehusado, diciendo que habían recibido ordenes de sus caciques de no suministrar ya ningún animal, ni otros alimentos.
En la tarde, el General hizo reunirse en todos los buques los consejeros con el objeto de tomar resolución por separado sobre la partida, de hacer constar lo acordado antes, el día 13, y de firmar en cada buque el acta redactada, del tenor siguiente:
“Considerando lo acordado el 13 del corriente por el gran consejo, que, a causa de la presente escasez de provisiones, a d como de la insuficiente subvención de parte de los chilenos y de la aversión de estos para labrar las minas, los buques deben prepararse a dar la vela con los víveres que restan para alcanzar al Brasil, para apresurar el envío de refuerzos desde ese país, nosotros los que suscribimos, oficiales del buque. . . . . . . . hemos creído, no solamente conveniente sino muy necesario, emprender nuestro viaje a la brevedad para dicho Brasil.
Actuado a bordo del buque. . . . . . . . en Octubre 15 de 1643, fondeado en el río delante de Valdivia, y firmado, etc.
(Historiadores de Chile, Nota bibliográfica sobre el viaje de Enrique Brouwer a Chile, pág. 207)

OCTUBRE 28.-Buen tiempo con viento del N. E. El General hizo poner las señales de zarpar, leváronse las anclas y cada buque maniobró como mejor le convenía para dejar el puerto del Corral y hacerse a la mar. Después, con viento del O. S. O., nos dirigimos al N. O., enmarándonos.”
(Historiadores de Chile, Nota bibliográfica sobre el viaje de Enrique Brouwer a Chile, pág. 212)

Ante la noticia de que los holandeses se encontraban en Valdivia las autoridades virreinales encomendaron al marques de Baides, gobernador de Chile, el envió de las tropas a recuperar la ciudad y expulsar al enemigo. Pero la idea misma de esta expedición resultaba inviable ya que se debía atravesar territorio hostil antes de llegar a Valdivia.
En 1644 se envió al capitán Juan de Acevedo junto con tropa de infantería a comprobar el estado de cosas en Valdivia. Partiría desde Concepción en abril, y pudo comprobar que los holandeses se habían retirado del lugar hace unos meses. Volvió de inmediato al norte y comunico la noticia al gobernador, marques de Baides.
Tiempo después se enviaría una nueva expedición encabezada por el capitán Alonso de Mújica. A este oficial se le encomendó traer noticias mas claras de lo acontecido en el sur. Al llegar a Valdivia pudo darse cuenta de los trabajos hechos por los holandeses y desenterró el cadáver de Brouwer y lo quemo por ser hereje.

PRIMEROS INTENTOS DE REPOBLACIÓN

Tiempo después del despoblamiento del fuerte de Trinidad de Valdivia los diferentes gobernadores de Chile habían visto la necesidad de repoblar y reforzar la plaza pero chocaban con problemas de índole variada para llevar a cabo la empresa.
En septiembre de 1614 se tuvieron noticias de una expedición de cuatro barcos en las costas de Valdivia. Se dijo, a través de un indio de Cayocupil, que habían visto desembarcar a extranjeros en las ruinas de la ciudad. La noticia no fue tomada en serio por el gobernador de Chile, Ribera. A pesar de su escepticismo mando una nota a la Real Audiencia de Santiago para que informara a Lima y envío una expedición para comprobar las noticias recibidas. La noticia provocaría cierta alarma en Perú. En diciembre de 1614 zarparía una expedición de dos carabelas y un patache con quinientos trece hombres al mando del general Rodrigo de Mendoza. A mediados de febrero de 1615 llegaba a Valdivia sin encontrar rastros de la expedición extranjera. Regresaría a Callao en abril.
En agosto de 1615 una flota holandesa, encabezada por Joris Van Spilbergen, llega a las costas valdivianas.
Alrededor de 1616 los indios de la zona de Valdivia, presumiblemente encabezados por el cacique Huentemayu, hicieron llegar a los españoles solicitudes de repoblamiento para la ciudad de Valdivia. Para ello el mismo Huentemayu ofrecía su sometimiento por dos años. Pero después de estudiar las propuestas el gobernador Ribera no creyó en ellas y así lo hizo saber al Virrey.
“Las paces que ofrecieron los indios de los términos de Valdivia y Osorno han parecido ser falsas y cautelosas, como siempre se imaginó, porque a 16 de enero de este año llegó a este puerto (Concepción) un navío de Chiloé en que vino el maestre de campo Juan Peraza de Polanco, a cuyo cargo estuvo aquella provincia, y trajo la información cuya copia va con ésta. Antes de esto había muchas premisas de ello, porque cuando se cogió a Pelantaro y a los demás prisioneros y españoles (rescatados del cautiverio) se supo el origen que tenían estas paces, como también se podrá ver por las declaraciones que envío. Tenga V.M. por cierto que estos indios son grandísimos traidores, y que no han de dar paz sino por fuerza, ni la han de sustentar sin ella.”
(Carta al Virrey por el gobernador Ribera, 1616, Archivo de Indias)


Desde 1622 la Real Audiencia de Lima, que gobernó interinamente el Perú y el virrey marqués de Guadalcázar habían querido ocupar y fortificar la ciudad de Valdivia para impedir que los holandeses se asentasen allí. El padre Valdivia veía que esta misión no ofrecía mayores dificultades ya que incluso los caciques de la zona deseaban el regreso en paz de los españoles.
A fines de 1623 dos embarcaciones menores, al mando del alférez Pedro de Bustamante, arribaban a las costas de Valdivia. Al acercarse al puerto se percataron de la presencia de un grupo de indios con intenciones de paz, Bustamante bajaría con un grupo de soldados pero tan pronto desembarcaron los atacaron matando al alférez y otros diez soldados. Este hecho reafirmaba la necesidad de repoblar la ciudad y así se lo hizo ver el gobernador Pedro Osores de Ulloa al virrey del Perú y al rey de España.
Lo anterior demostraba la urgencia con que debía llevarse la repoblación de Valdivia, pero el gobernador Osores de Ulloa argumentaba que con los medios disponibles no se podía llevar a cabo semejante empresa.
A mediados de 1624 el gobernador interino Alaba y Nurueña despachaba hacia el sur un grupo de barcos para verificar la presencia de holandeses en la zona, verificando si habían desembarcado o no en Valdivia o Chiloé. Al percatarse que estos no se encontraban en los lugares previstos desembarcaron al sur de Valdivia. Al poco tiempo se percataron de la hostilidad de los huilliches y se vieron obligados a presentar combate en febrero de 1625. Conseguirían dispersar a los indios después de matarles muchos y dejando ellos cinco soldados muertes y tres indios de servicio.
En 1627 Pedro Páez Castillejo, enviado desde Chiloé por su gobernador Tomas Contreras Lasarte, llegaría a Valdivia donde maloquearía dándose cuenta de la desocupación de la plaza. Regresaría a Chiloé pero con tan mala suerte que su navío encallaría en Punta de Quedal.
El gobernador de Chile, Francisco Laso de la Vega, presentaría al rey la necesidad de repoblar Valdivia y su fuerte, se temía que los holandeses llegasen de forma permanente. El rey Felipe IV en cedula al virrey del Perú de 18 de marzo de 1635 ordenaba la necesidad de repoblar la zona: “Y siendo así que uniformemente todos convienen en que se fortifique dicho puerto (Valdivia) y que hoy insta la necesidad mas que nunca por la ocasión referida ( expediciones holandesas al Brasil), habiéndoseme consultado por los de mi Junta de Guerra de Indias, he resuelto que se haga la dicha fortificación, y así os encargo que con particular cuidado y desvelo, atendáis a lo que esto toca, mirando por la defensa de dicho puerto, y comenzando luego a disponer la dicha fortificación.”
(Diego Barros Arana, Historia General de Chile, Tomo 4, Capitulo IX, pág. 250)

Pero esta cedula no seria acatada por el virrey, conde de Chichón, ya que este tenia sus aprehensiones respecto de los gastos que debería hacer el virreinato. Algunos funcionarios le expresarían sus aprehensiones.

“No digo yo, decía uno de los que sustentaban esta opinión, que el enemigo de Europa no entrará en Valdivia, porque eso fuera error, supuesto que lo puede hacer siempre que entrare en este mar del sur. Empero sí, digo que no lo tengo por tan ruin soldado que resuelva fortificarse en Valdivia, habiendo tantas razones que contradigan su conservación y permanencia, porque no sólo no es a propósito aquel puerto para el designio del enemigo sino inútil. Yo he deseado averiguar qué fundamento pueda haber tenido esto del enemigo y de Valdivia; pero no le he hallado más origen que haberlo dicho el vulgo, autor clásico, gran soldado. Y la más colorada razón del vulgo es que el enemigo rebelde de tierra se aunará con el de Europa, y que de esta unión resultarán todos los inconvenientes que se previenen. Asentemos, pues, esto por imposible; y que lo posible y lo seguro será que si hubiere esta unión, durará lo que tarde la ocasión de pasar a cuchillo el rebelde de Chile (los araucanos) al de Europa (los holandeses); y que si este último es soldado, ha de andar siempre la barba sobre el hombro y las armas en la mano, aun cuando más seguridad le parezca hay en su unión, porque es cosa ridícula pensar otra cosa ni que el enemigo de Chile se podrá conformar con otro, no teniendo cabeza ni constancia, palabra ni reputación.”
(Diego Barros Arana, Historia General de Chile, Tomo 4, Capitulo IX, pág. 250)

Los que estaban en contra de la repoblación de Valdivia aducían como razones que si los holandeses quisieran poblar Valdivia se hubiesen encontrado en constante guerra con los indios. Otra razón para desechar el proyecto era que se esperaba que Perú y Chile corrieran con los gatos sin que la Corona desembolsase suma alguna. El virrey, conde Chinchon, queriendo evitar gastos innecesarios enviaría en abril de 1636 un comunicado a Felipe IV donde le decía que ese trabajo era “de poca utilidad”. Al mismo tiempo enviaba la real cedula al gobernador de Chile haciéndole ver que los gastos del repoblamiento y fortificación de Valdivia saldrían de Chile.
En tanto Laso de la Vega pretendía llevar a cabo estas ordenes no solo por el temor de los holandeses si no porque creía que este asentamiento serviría para expandir la dominación española en la zona. Pero como carecía de recursos para implementarla, trataría de interesar a la comunidad de Santiago. La reunió en cabildo abierto el 22 de septiembre de 1636, pero la pobreza general del país impediría apoyar la repoblación de Valdivia.

“Dio principio a la propuesta, dice uno de los al tos funcionarios que concurrieron a esa asamblea, un capítulo de carta de S.M., Dios le guarde, y una carta del virrey del Perú, conde de Chinchón, enderezándose uno y otro a la fortificación y población de Valdivia, puerto entre los de este reino el más capaz, el más apto para que el enemigo pirata lo ocupe, como ha días desea, haciéndole escala de sus navegaciones, asilo de sus miedos y defensa de sus robos. Y aunque esta fortificación es tan importante, no puede hacerse por su real hacienda por la fuerza de continuas y poderosas guerras con que esta monarquía está oprimida, y quisiera que sin el gasto de ella se consiguiera el efecto, para lo cual anima a los vasallos a que le den arbitrios, no en el modo de fortificación, gente y pertrechos, que ha menester, sino en la manera cómo se harán estos gastos sin que su hacienda real lo supla ni se enflaquezca en esto más de lo que está. Acudió a su fomento el licenciado don Pedro Gutiérrez de Lugo, oidor de esta Real Audiencia, mostrando con larga persuasión en la elocución discreta su retórica, en los fundamentos fortísimos su ciencia y experiencia larga y en los diversos efectos el celo del real servicio. Con tal ornato de razones encendió los ánimos y persuadió las voluntades que si así como ellas salieron dispuestas les ayudaran las fuerzas, no tenía S.M., Dios le guarde, sino abrir los cimientos, delineando la planta y levantando los muros de la fábrica sin ninguna costa de su real hacienda.”.
(Diego Barros Arana, Historia General de Chile, Tomo 4, Capitulo IX, pág. 251)

El marques de Baides intentaría llevar a cabo las ordenes emanadas del rey sobre el repoblamiento de Valdivia, así lo dio a conocer al cabildo de Santiago. El organismo solo podría ofrecer un donativo que se entregaría anualmente, durante cuatro años, el cual no seria suficiente para mantener la guarnición de la plaza de Valdivia y su repoblación (octubre de 1639). Ante esto el Gobernador abandonaría la empresa.
En 1639 se realiza la inspección de Francisco de Quiroz a Valdivia, enviado por el Virrey conde de Chinchón con la tarea de levantar planos y recoger algunas hierbas “trayéndose gran cantidad de plantas… de aquellos mares”

FUERTE DE LA SANTISIMA TRINIDAD

Hernández de Ortiz regresaría a Valdivia donde el 13 de marzo de 1602 donde levanto el Fuerte de la Santísima Trinidad. En él permanecerían 100 hombres junto con el barco Pintanilla. Al mando estaba el capitán Rodrigo Ortiz de Gatica.
A mediados de marzo partiría con refuerzos a Villarrica pero en el trayecto se enfrentaría a las huestes huilliches de la zona. A estas alturas la ciudad de Villarrica había desaparecido después de tres años de asedio.
Pero los acontecimientos en la zona no llegaban a buen recaudo y de ello se enteraría el gobernador Ribera. Se decidió a enviar refuerzos a la Trinidad de Valdivia pero el navío encallaría en la isla Huafo muriendo todos los pasajeros en junio de 1602.
Mientras ello ocurría a los refuerzos el fuerte de Valdivia se veía sobrepasado por las circunstancias. A esta fecha había en Valdivia 220 soldados quienes debían defender el fuerte contra fuerzas diez veces superiores. El 20 de agosto se les acabarían las provisiones y esto causaría una serie de malestares en la tropa. La deserción comenzaría a hacerse sentir. Ante ello se verían obligados a hacerse mano de hierbas, raíces y cuanto comestible se encontrase.
El 24 de septiembre, ante la manifiesta debilidad de los soldados del fuerte los naturales atacan el reducto, logran entrar en el pero son rechazados con ímpetu. Los españoles perderían varios soldados entre ellos a su comandante.
El documento más elocuente que demostraba la precaria situación que vivían los soldados en el fuerte es el siguiente:

“Lista de los que han muerto de hambre desde el 20 de agosto del año pasado, en que faltó la ración: Silva, Fonseca, Montes de Oca, Diego Hernández, Hernando de Salazar, Cesar Reinoso, Muñoz, Bonifacio, Meléndez, Antequera, Ávila, Herrera, Iturriaga, Francisco López, Ayala, Isidro de Flores, Aguilar, Lázaro Vásquez, Luis Velásquez, Verdugo, Juan de Céspedes, Chávez, Francisco López, Alvarado, Riberos, Mendieta, Pareda, Juan Beltrán, Juan de la Cruz, Quiñones, Miguel Lorenzo, Quezada, Revalino, Betanzos, Sebastian, Muñoz, Rodrigo Gasco, Alférez Villa Santa, Francisco de W e d e s , Garaiza el Artillero, Sargento Rojas, Lobo, Andrés Sierra, Alonso Márquez, Luis Pérez, Andrés Martín, Sandoval, vecino de Chillan, Nivelo, Ramos, Sillerico, Morales, Enríquez, alférez Toledano, Juan Gómez, Noguera, Hartiaga, Gaspar Gómez, Pedro Hernández, Puerto Carrero, Valdés, Suelo, Lucio.”
(Gabriel Guarda OSB, Historia de Valdivia, pág. 52)

Ante esta situación el gobernador de Chile, Ribera, despacharía el 15 de diciembre un barco con algunos pertrechos; pero este no llegaría a destino. Alarmado por el destino de las tropas del fuerte se mandaría el 13 y 22 de enero otros barcos con comida y sal.
A mediados de enero de 1603 la guarnición estaba reducida a 36 hombres, 14 mujeres y 2 indios auxiliares.
En estas circunstancias llega un nuevo barco con víveres y refuerzos el 23 de enero de 1603. El gobernador destituye a Gaspar Viera y es reemplazado por el capitán Gaspar Docel como jefe de la plaza. Este detuvo una insurrección de los soldados del fuerte y defendió la posición ante los constantes ataques de los indios durante todo el año. Pero la realidad hacia ver que el fuerte estaba destinado a la perdición.
Ante la imposibilidad de sostener el fuerte frente a las embestidas huilliches el gobernador Ribera ordena el despoblamiento del fuerte de la Trinidad de Valdivia y de la ciudad de Osorno.
Se envió un buque con la orden de despoblamiento, llegando a Valdivia el 13 de febrero de 1604. En la plaza no quedaban más de 44 personas. La nave con los sobrevivientes se trasladaría hacia Chiloé donde desembarcarían en Carelmapu.
Con el despoblamiento del fuerte Trinidad de Valdivia la presencia hispana decaería y no se volvería a levantar sino hasta la refundación de Valdivia a mediados del siglo XVII.

DESTRUCCIÓN DE VALDIVIA

Valdivia seria nuevamente destruida, durante el alzamiento de 1598 – 1604.
El corregidor de la plaza de Valdivia, Alonso de Zurita y Aguilera; en tanto era el maestre de campo general el capitán Gómez de Romero. Gómez de Romero ante las noticias del desastre de Curalaba y la muerte del gobernador de Chile, emprendió expediciones en los valles circunvecinos para desbaratar algún indicio de rebelión indígena en la zona.
Recorrería la zona entre Valdivia y Osorno fundando un fuerte donde dejaría 30 hombres bajo el comando del capitán Gaspar Viera. Posteriormente volvería a Valdivia y desde esta plaza partiría rumbo a Concepción donde el gobernador interino, Viscarra, lo confirmaría en su cargo de maestre de campo de Valdivia. Volvería a la plaza con algunos refuerzos para emprender nuevas correrías contra los huilliches y no tomaría previsiones para resguardar la ciudad.
Ante esto, algunos descontentos encabezados por el capitán Andrés Pérez, fortificarían la ciudad para resguardarla de futuras incursiones enemigas. Pero al regresar Gómez de Romero desautorizaría a Pérez dejando sin resguardos la plaza.
En la noche del 24 de noviembre de 1599 unos 400 indios al mando del cacique Pelantaru atacarían Valdivia, destruyéndola por completo y llevándose entre los prisioneros a mujeres y niños.
Había en la plaza un fuerte con varias piezas de artillería, pero ese día trágico para la ciudad estaba vacío desprotegiendo Valdivia.
“Quemaron los templos, haciendo gran destrozo en las imágenes y haciéndolas pedazos con sacrílegas manos”, dice un documento de la época.

“La noche del día emplazado, (noviembre 24 de 1599), se arrimaron a la ciudad cinco mil indios de infantería i caballería, i tomadas sus avenidas, sus calles i puertas de las casas, se apoderaron de la guardia de la plaza, i de sus baluartes i artillería. Tocaron a fuego en todas las iglesias, para que saliesen los españoles a1 sonido de las campanas, i cayesen en manos de las partidas, que les aguardaban en las puertas de sus casas; i les salio tan bien esta máxima, que antes de dos horas eran dueños de la ciudad, que anocheció brillante i amaneció desolada.
Entrado el día, la saquearon, i entregaron a1 fuego sus edificios. Comenzaron por los templos esta sacrílega maldad, i apostatas de la religión, ultrajaron las sagradas imágenes, i profanaron el santuario, i sus sagrados vasos. Ascendió esta perdida a más de tres millones de pesos. Quitaron la vida a cerca de cuatrocientos hombres; cautivaron cuatrocientas mujeres españolas, cuarenta i dos niños, i pocos varones, que libertó la fidelidad de algunos criados. “
(Vicente Carvallo y Goyeneche, Descripción histórico geográfica del Reino de Chile, Tomo I, pág. 230)

Después de dos horas de incendio y degüellos, los indios eran dueños absolutos de la ciudad. En esa jornada perecieron más de cien españoles entre hombres, mujeres y niños; y quedaron cautivos más de trescientos que habían podido salvarse de las acciones del ataque. Entre los cautivos se encontraba el capitán Andrés Pérez Rodríguez, Mariana Montenegro, Diego Ordóñez de Lara, Clara de las Cuevas y de la Puente Arredondo, Francisco de Lara, Rodrigo de las Cuevas, Gregorio de Hinostroza y su hijo Lope, Aldonza de Castro y Aguilera, Pedro de Sotomayor y su señora Ana de Almonacid, Gaspar de Almendras, Mariana de Soto, María de Santander y Montes Claros, Mariana de Niebla y Jerónima Carlos,
El virrey Velasco envía una tropa al mando del coronel Francisco del Campo, de 280 hombres en dos barcos rumbo a Valdivia en noviembre y posteriormente envía 106 hombres al mando de Juan Martínez de Leiva. Del Campo llegaría a Valdivia el 5 de diciembre y Leiva lo haría a Concepción en enero de 1600.
A la llegada del coronel Del Campo, el 5 de diciembre, encontraría la ciudad en la más completa desolación, estaba destruida. En el puerto encontraría un buque donde se habían ocultado algunos españoles. Por informes entregados por los sobrevivientes se enteraría de la magnitud del alzamiento y que Osorno y Villarrica estaban en peligro.
Entonces marcha a Osorno con una tropa de 165 soldados a pie y resguarda la ciudad contra un ataque indígena de Pelantaru y sus secuaces Jerónimo Bello y el clérigo Juan Barba. Los indios atacarían la ciudad de noche, incendiando la Iglesia San Francisco y otras edificaciones. Pero el ataque no surtiría efecto gracias a la reacción de los refuerzos del coronel del Campo, quien derrotaría a los indígenas. Después de vencerlos se devolvería con parte de sus tropas a Valdivia. Un gran error.
El 19 de enero de 1600 el grueso del ejército araucano, unos cinco mil efectivos, atacaría de madrugada nuevamente Osorno desde 5 puntos distintos. La lucha fue denodada. Los indígenas incendiarían las iglesias y las casas abandonadas. La situación habría pasado a mayores si no es por el oportuno regreso del coronel del Campo. El cerco seria levantado el 21 de enero al tenerse noticias de los refuerzos traídos desde Valdivia.
Luego de su llegada iniciaría una serie de incursiones por las comarcas cercanas recogiendo víveres y atacando a los indígenas sublevados. La idea era recobrar fuerzas y repoblar Valdivia, además de traer la calma a la región. Pero noticias graves llegarían a sus manos: corsarios europeos estaban en Chiloé y posiblemente se dirigirían hacia Valdivia.
En 1600 el corsario holandés Sebastián de Cordes realizaría una incursión a las ruinas y se asentaría por un corto tiempo en el lugar.
Arriba el coronel Francisco del Campo a una ciudad en ruinas, Valdivia, y marcha forzosamente hacia Osorno, combate a los rebeldes huilliches y fallece durante la campaña a mediados de marzo de 1601.
Al tenerse noticias de los hechos, el gobernador Alonso de Ribera, organiza una expedición de 200 soldados a cargo de Francisco Hernández de Ortiz y Gaspar Docel. Zarparían de Concepción el 9 de noviembre de 1601 y llegarían a las ruinas de Valdivia el 22 de ese mes. Desde allí se dirigieron a Osorno, realizando varias incursiones contra los indios.
Hernández de Ortiz llegaba a estas tierras con el encargo de asumir el mando en caso de que Francisco del Campo hubiese muerto, apaciguar el territorio, levantar un fuerte en Valdivia y socorrer Villarrica.

TERREMOTO DE 1575 Y SUCESOS POSTERIORES

En el terremoto del 16 de noviembre de 1575 la ciudad fue destruida casi por completo.
Al anochecer de ese día, según relata el corregidor de Valdivia, Pedro Mariño de Lobera (testigo presencial de esta catástrofe):

“…comenzó a temblar la tierra con gran rumor y estruendo, yendo siempre el terremoto en crecimiento sin cesar de hacer daño, derribando tejados, techumbres y paredes, con tanto espanto de la gente, que estaban atónitas y fuera de si de ver un caso tan extraordinario. No se puede pintar ni descubrir la manera de esta furiosa tempestad que parecía ser el fin del mundo, cuya prisa fue tal que no dio lugar a muchas personas a salir de sus casas, y así perecieron enterradas en vida, cayendo sobre ellas las grandes maquinas de los edificios. Era cosa que erizaba los cabellos y ponía los rostros amarillos, el ver menearse la tierra tan aprisa y con tanta furia que no solamente caían los edificios sino también las personas, sin poder tenerse en pie, aunque se asían unos de otros para afirmarse en el suelo. Demás de esto, mientras la tierra estaba temblando por espacio de un cuarto de hora, se vio en el caudaloso río, por donde los navíos suelen subir sin riesgo, una cosa notabilísima, y fue que en cierta parte de él se dividió el agua corriendo la una parte de ella hacia la mar, y la otra parte río arriba, quedando en aquel lugar el suelo descubierto de suerte que se veían las piedras. Ultra de esto salio la mar de sus límites y linderos, corriendo con tanta velocidad por la tierra adentro como el río de más ímpetu del mundo. Y fue tanto su furor y braveza, que entro tres leguas por la tierra adentro, donde dejo gran suma de peces muertos, de cuyas especies nunca se habían visto en este reino. Y entre estas borrascas y remolinos se perdieron dos navíos que estaban en este puerto, y la ciudad quedo arrasada por tierra, sin quedar pared en ella que no se arruinase.”
(Diego Barros Arana, Historia General de Chile, Tomo 2, pág. 330 – 331)

La ciudad quedo por el suelo y sus sobrevivientes debieron, por sigilo o temor, vivir a la intemperie hasta reconstruir la ciudad.
Los indios de la zona, aprovechando la situación acaecida luego del terremoto, tomaron las armas y emprendieron la guerra contra los españoles en marzo de 1576.
Al enterarse del alzamiento los corregidores de Valdivia Pedro de Aranda y de Villarrica Pardo de Maldonado acudieron con sus fuerzas a la zona de Riñihue a plantear combate al enemigo, el cual seria vencido. Esta acción seria la primera de varias por seguir durante la mayor parte del año.
En medio de esta lucha y de la situación precaria causada por el terremoto de 16 de diciembre, los vecinos de Valdivia pasaron todavía por otro cataclismo no menos peligroso y aterrorizador que el mismo terremoto. En las faldas de la cordillera, el sacudimiento de la tierra había desplomado un cerro, precipitándolo sobre la desembocadura del lago de Riñihue y va a formar el río de Valdivia. Esos materiales formaron un dique que atajaba el curso de las aguas. Subsistió este estado de cosas durante cuatro meses, aumentando considerablemente los depósitos del lago; pero a fines de abril de 1576, las aguas detenidas, engrosadas con las lluvias del otoño, rompieron ese dique y corrieron con gran estrépito, desbordándose en los campos vecinos, arrancando los árboles que encontraban a su paso y arrastrando las chozas de los indios de todas las inmediaciones.
En Valdivia, los efectos de esta inundación fueron desastrosos. El capitán Mariño de Lobera, que desempeñaba el cargo de corregidor, en previsión de este accidente, había dispuesto que los vecinos de la destruida ciudad, establecieran sus habitaciones provisorias en una altura inmediata.

"Con todo eso, cuando llegó la furiosa avenida, puso a la gente en tan grande aprieto que entendieron no quedara hombre con vida, porque el agua iba siempre creciendo de suerte que iba llegando cerca de la altura de la loma donde está el pueblo; y por estar todo cercado de agua, no era posible salir para guarecerse en los cerros, sino era algunos indios que iban a nado, de los cuales morían muchos en el camino topando en los troncos de los árboles, y enredándose en sus ramas. Lo que ponía más lástima a los españoles era ver a muchos indios que venían por el río encima de sus casas, y corrían a dar consigo a la mar, aunque algunos se echaban a nado y subían a la ciudad como mejor podían. Esto mismo hacían los caballos, y otros animales que acertaban a dar en aquel sitio procurando guarecerse con el instinto natural que les movía. En este tiempo no se entendía en otra cosa sino en disciplinas, oraciones y procesiones, todo envuelto en hartas lágrimas para vencer con ellas la pujanza del agua, aplacando al Señor que la movía. Cuya clemencia se mostró allí como siempre, poniendo límite al crecimiento, a la hora de medio día, porque aunque siempre el agua fue corriendo por el espacio de tres días, era esto al peso a que había llegado a esta hora, sin ir en más aumento como había ido hasta entonces. Finalmente, fue bajando el agua al cabo de tres días, habiendo muerto más de mil y doscientos indios y gran número de reses, sin contarse aquí la destrucción de casas, chacras y huertas, que fuera cosa inaccesible".
(Pedro Mariño de Lovera, Crónica del Reino de Chile, pág. 345)

Corría abril de 1578 cuando se dio la noticia del alzamiento de los indios de Mangue. Asaltaban a los castellanos que viajaban por los alrededores de Valdivia. Ante esto el capitán Juan de Matienzo convoco fuerzas las cuales, a la cabeza del corregidor de Valdivia, Cosme de Molina, marcharon hacia el sitio de Guaron (orillas de la laguna Renigua). En aquel lugar caería el corregidor y sus fuerzas serian mermadas por los indios de la zona.

“Llegado el mes de abril de 1578 hubo nueva en la ciudad de Valdivia de que los indios de Mangue habían vuelto a su pertinacia tomando armas contra los que estaban de paz, y asaltando a los españoles que iban descuidados. Para remediar este daño comenzó el capitán Juan de Matienzo a juntar algunos soldados, entre ellos a un vecino que por resistir a su mandato fue puesto en prisión contra voluntad del corregidor, que era Cosme de Molina, y vino a proceder tan adelante la disensión que hubo sobre esto, que estuvieron a canto de venir a las manos con grande alboroto de la ciudad que tenia hartas guerras de los de fuera sin que hubiese otra entre los domésticos. Finalmente vino a parar el negocio en que el mesmo corregidor tomó la mano en hacer jente y salir a los enemigos, aunque la tuvo tan mala, que no juntó más de siete hombres con los cuales salió en busca de los contrarios. Y aunque le persuadieron mucho que no pasase del lugar de su encomienda, donde había alguna más seguridad, que en la tierra que esta mas adelante; con todo eso hizo poco caso de admoniciones, y se dejó ir hasta el sitio de Guaron orilla de la gran laguna de Renigua. Apenas había sacado el pie del estribo cuando los rebelados dieron sobre él arremetiendo con gran coraje, y fue tal la triste suerte del capitán Molina que al primer encuentro cayo de su caballo en medio de los enemigos; los cuales se cebaron en él, aunque se levanto de presto, y procuro safarse de sus manos. Viendo sus compañeros el pleito mal parado picaron los caballos volando por el campo raso, sin socorrer al desventurado capitán, que les daba voces corriendo tras ellos a pie hasta emparejar con un monte, donde se metido a buscar remedio aunque lo halló poco, porque le cogieron luego los indios, y le sacaron del boscaje, y el alma del cuerpo. Y era tanta su rabia y barbaridad que por tomar en él toda la venganza que quisieran haber de esotros siete le cortaron los brazos, y piernas por todas sus coyunturas habiéndole quitado el cuello de los hombros, y así lo dejaron como a un tronco, donde fue hallado al cabo de pocas horas y llevado a la ciudad, que hizo no menor llanto en vieron cuerpo tan diforme, qué sentimiento en ver a su corregidor muerto a manos de sus contrarios.
Y aunque la huida de los siete consortes fue tan a tiempo que no aguardaron a segundo lance, con todo eso murieron dos de ellos, a quienes siguieron los enemigos hiriendo otros tres con saetas enarboladas, de cuyas heridas vinieron a morir dentro de 24 horas. En este alcance se mostró muy animoso y esforzado un mancebo llamado Juan de Padilla, que había pretendido hacer rostro a los indios ayudando a su capitán, y lo puso por obra por un rato hasta que vio que lo dejaban solo obligándole a retirarse, aunque siempre peleando sin volver las espaldas, como los demás de su compañía”.
(Pedro Mariño de Lovera, Crónica del Reino de Chile, Capitulo XI, pág. 369)

En 1580, luego de fundar la ciudad de Chillan, el gobernador Ruiz de Gamboa continuaría su marcha hacia el sur llegando a la región de Valdivia. Hasta el momento se había conseguido derrotar las juntas de los indios sublevados pero la victoria no era total. Los indios seguían agrupándose y atacaban a los españoles. Ruiz de Gamboa llegaría a la conclusión de que la mejor manera de someter a los naturales era un sistema de fuertes con pequeñas guarniciones las que se encargarían de sofocar las juntas huilliches. Además se daría cuenta de la necesidad de contar con más hombres para levantar los fuertes y defenderlos. Para ello encargaría al capitán Pedro Olmos de Aguilera, vecino de Imperial, viajar a Santiago a solicitar los socorros y tropas necesarios.
En Santiago Olmos de Aguilera se encontraría con la mayor resistencia de parte del Cabildo de esa ciudad. Se negaron a entregarle los recursos solicitados aduciendo que los costes eran excesivos.
Al enterarse de ello el gobernador, que aun se encontraba en Valdivia (mayo de 1581), acudió a Santiago con un grupo de sus tropas. Iba decidido a reprimir los ánimos.
A fines de 1583 partía desde Santiago una tropa al mando de Luis de Sotomayor con el encargo de someter a los naturales del sur. Sin atreverse a ingresar a los territorios hostiles realizaría en las parcialidades de Valdivia, Villarica y Osorno algunas acciones punitivas de poca relevancia sin jactarse de dar pánico a los enemigos.
Luis Sotomayor, hermano del gobernador de Chile, marcharía en 1586 hacia las inmediaciones de Valdivia para realizar una campaña contra los indios.
En abril de 1588 mientras el gobernador Alonso de Sotomayor permanecía en Imperial llegaba un emisario desde Valdivia, enviado por el coronel Francisco del Campo. Traía noticias sobre el avistamiento de parte de los indios de la zona de tres buques misteriosos. Sotomayor despacharía mensajeros a Concepción y Santiago recomendando líneas de acción para proteger las costas del Reino en caso de que dichos buques atacan. Posteriormente se darían cuentas las autoridades hispanas que los indios de la zona no eran la mejor fuente de información.

LA SEDICIÓN DEL PLATERO JUAN FERNÁNDEZ

En Valdivia, un platero llamado Juan Fernández, hastiado de los trabajos de la guerra, concibió el proyecto de fugarse, y pasó a Angol a buscar entre los soldados descontentos algunos compañeros para esa empresa. Descubierto en sus manejos por el capitán Bernal de Mercado, el infeliz platero fue remitido a Valdivia, y sometido a juicio por el oidor Torres de Vera. Después de aplicarle tormento para que diera su confesión, se le condenó a la pena de horca, y se le ejecutó sin conmiseración. Se creyó entonces que en este plan estaban comprometidos algunos personajes más altos que los simples soldados, y que ese castigo había evitado un serio peligro.
“Luego prendió a1 Juan Fernández, que ansi se llamaba: pusolo a quistion de tormento. Viéndose en tanta necesidad, por salvar la vida, dijo: que otros muchos hombres principales estaban con la misma voluntad, y que por orden suya había ido [a] Angol a saber la voluntad que tenían los soldados que allí estaban. Averiguado y sacado en limpio, se hallo no ser ansi, mas de como hombre que se veía perdido procuraba por aquella vía su remedio, creyendo escapar por allí a vueltas dellos; pues no hallándose otro alguno culpable sino a el solo que lo tramaba, después de bien informado lo mando ahorcar.”
(Alonso de Góngora y Marmolejo, Historia de Chile desde su descubrimiento hasta 1575, pág. 202)